Hay un sentimiento que lleva años evolucionando en los países desarrollados: La «sociedad sin papeles«, un mundo en el que este soporte ya no fuese estrictamente necesario, y donde todo documento fuera digital. Un paradigma que daría por fin el paso que la tecnología ya permite desde hace tiempo.
La era digital supone, desde los años 90, el paulativo abandono del modelo de distribución de la imprenta en favor del medio digital. Los nuevos medios de comunicación y distribución abaratan los ya de por sí bajos costes de este modelo, que en su día fue a su vez revolucionario en comparación con la escritura de textos a mano.
Sin embargo, en este abandono del medio físico (recuerdo como antaño presentar un proyecto o pedir una beca era un dolor de cabeza, con más y más folios que tenías que sellar en diferentes departamentos), hay aún un objeto que, cual irreducible galo, se niega a desaparecer: la cartera.
Y es que la cartera sigue aumentando de tamaño. A los carnets ya habituales, se les han unido las tarjetas de fidelización, los abonos de transporte público y/o de parking, y las de los bancos, así como aquellas que usemos a nivel profesional. Todo esto sin contar las llaves, la foto de la parienta y los hijos (si procede) y el dinero.
Objetos fácilmente sustituibles por el smartphone, gracias al NFC (Near Field Communication), o a su primo lejano PassBook de Apple.
La mayoría de los móviles actuales los traen, ya que cualquier fabricante sabe la de puertas que podría abrir en un futuro tal tecnología, que además no resulta cara de implementar (apenas hay que meter un chip de NFC y soporte para el mismo), por lo que el problema, entonces, no es tanto que ese puente entre el dispositivo y la función exista, que existe, sino que una de sus principales virtudes, la posibilidad de pagar con el móvil como si de una tarjeta se tratase, no está presente en la mayoría de las tiendas, y mucho menos en el transporte público.
Una situación que parece estar cambiando. El Metro de Madrid está ya portando su infraestructura al NFC, así como la EMT. Varios bancos también empiezan a ofrecer cobertura NFC para sus servicios, como el caso del Santander.
Porque aquí está la clave. Una vez estos servicios cuenten con soporte de pago sin contacto, la billetera de toda la vida carecerá de sentido (para qué llevar todo eso cuando el móvil hace lo mismo y más rápido). Porque creámoslo o no, un smartphone es más seguro que una cartera, ya que al menos si nos lo roban, tenemos posibilidad de saber su posición, y éste cuenta con contraseña (no he visto aún ninguna billetera con password). Y porque a fin de cuentas, unificar todos los servicios posibles bajo un mismo dispositivo no hace más que mejorar la experiencia de uso.