Google ha tomado una decisión estratégica que la desmarca de otras gigantes del sector. La empresa ha anunciado una inversión de 3.500 millones de euros con el objetivo de garantizar 3.000 megavatios de energía hidroeléctrica destinada exclusivamente a alimentar sus centros de datos de IA, alejándose así de la tendencia actual que favorece la energía nuclear.
La apuesta de Google por una IA sostenible
Mientras Amazon, Meta y Microsoft exploran opciones nucleares para sostener el consumo energético de sus plataformas de IA, Google ha decidido apostar por la energía hidroeléctrica como fuente primaria para su infraestructura. Esta decisión no solo responde a la necesidad de mantener en funcionamiento sus modelos como Gemini, sino también a una visión más alineada con los objetivos climáticos globales.
Gemini, la respuesta de Google a la revolución de la IA generativa, está pensada para integrarse en múltiples dispositivos y contextos, desde smartphones hasta servidores en la nube. Su ambición no es menor: convertirse en el reemplazo inteligente de Google Assistant. Pero para ello se requiere un soporte energético sin precedentes.
Un acuerdo clave en Pensilvania
La compañía ha firmado un acuerdo con HFA (Hydropower Forward Agreement), que en su primera fase le garantiza 670 MW de energía a través de dos centrales ubicadas en Brookfield, Pensilvania. Este suministro se irá ampliando hasta alcanzar los 3.000 MW pactados, permitiendo a Google cubrir de forma limpia y continua las necesidades de sus centros de datos.
Curiosamente, la empresa inicialmente preveía depender de PJM, la mayor red eléctrica de Estados Unidos. Sin embargo, los recientes problemas de capacidad y la creciente presión de la demanda energética de la IA obligaron a reconsiderar esta estrategia. De hecho, algunos estados ya han experimentado un aumento del 20% en sus facturas eléctricas debido al colapso parcial de esta red, que abastece a más de 67 millones de usuarios.
Tecnología, rentabilidad y responsabilidad
En un contexto donde mantener modelos de IA es cada vez más costoso —como demuestra el caso de OpenAI y ChatGPT, con gastos operativos inmensos—, Google busca un equilibrio entre eficiencia, sostenibilidad y rentabilidad. Su inversión no solo asegura suministro, sino que también refuerza su imagen como líder tecnológico con compromiso medioambiental.
Este movimiento estratégico podría marcar un antes y un después en cómo las grandes tecnológicas abordan el desafío energético de la inteligencia artificial. Porque, en la carrera por la IA, no solo ganará quien entrene los mejores modelos, sino también quien sepa alimentarlos de forma sostenible.













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