El ecosistema digital ruso se enfrenta a un posible cambio sísmico. La aplicación de mensajería más utilizada en el país, WhatsApp, podría estar viviendo sus últimos días dentro del mercado ruso. Así lo dejó entrever Anton Gorelkin, subdirector del Comité de Tecnologías de la Información del parlamento, quien declaró que “es hora de que WhatsApp se prepare para abandonar el mercado ruso”, reforzando la narrativa oficial que considera a Meta, su empresa matriz, como una organización extremista.
Este movimiento se inscribe en una estrategia digital más amplia del Kremlin, que viene acelerando la sustitución de servicios extranjeros por alternativas nacionales. En este caso, Max, una aplicación de mensajería desarrollada internamente y vinculada a los servicios gubernamentales, será instalada por defecto en todos los dispositivos vendidos en el país a partir de septiembre de 2025.
Rusia podría prohibir WhatsApp en 2025: Te lo contamos todo
Aunque el gobierno aún no ha confirmado fechas ni mecanismos concretos, el precedente es claro: Facebook e Instagram, también propiedad de Meta, fueron prohibidos en 2022 bajo las mismas acusaciones. Además, dos fuentes gubernamentales citadas por el medio independiente Meduza afirmaron que “hay un 99% de posibilidades” de que WhatsApp sea bloqueado próximamente.
El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, fue algo más comedido, indicando que la plataforma tiene «obligaciones que cumplir bajo la ley rusa», aunque no negó la posibilidad de su prohibición.
El papel cada vez más restringido de las VPN
Para quienes piensen en recurrir a las VPN como solución, el panorama es poco alentador. El uso de estas redes privadas se ha vuelto objeto de intensa vigilancia. Desde 2024, está penalizada la difusión de métodos para sortear bloqueos en línea, y nuevas disposiciones legales —aprobadas el 22 de julio de 2025— contemplan sanciones agravadas por acceder a contenido «extremista» mediante VPN. En caso de que WhatsApp reciba formalmente esta etiqueta, su uso a través de estas herramientas podría convertirse en delito.
La pregunta que ahora flota en el aire es si los ciudadanos rusos aceptarán esta sustitución forzada o encontrarán nuevas formas de mantener sus comunicaciones personales lejos del escrutinio estatal. Lo cierto es que, de concretarse la prohibición, se tratará de un golpe profundo a la libertad digital en un país donde el control de la información se ha convertido en prioridad de Estado.













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