La plataforma de streaming Kick ha decidido cerrar de forma definitiva el canal de Simón Pérez y Silvia Charro, quienes habían ganado notoriedad con retransmisiones polémicas en las que realizaban actos humillantes a cambio de donaciones. La suspensión llega después de que la compañía les permitiera regresar tras 14 días de sanción, coincidiendo con la trágica muerte en Francia del streamer Jean Pormanove, fallecido tras 12 días de emisión continua en los que fue víctima de violencia y humillaciones en directo.
Kick suspende el canal SSconexión de Simón Pérez
En las emisiones de Pérez y Charro era habitual ver cómo aceptaban donaciones para realizar actos degradantes, como beber orina, consumir drogas, disfrazarse o insultar a transeúntes. El deterioro físico de Pérez, quien llegó a drogarse en directo, había generado gran preocupación y fuertes críticas hacia Kick por permitir este tipo de contenidos sin apenas filtros.
Kick responde tras la presión mediática
En declaraciones a El País, una portavoz de Kick explicó que las suspensiones se aplican cuando se violan las leyes y regulaciones de cada país, aunque la plataforma no detalló qué norma concreta se incumplió en este caso. Lo que sí queda claro es que la compañía, conocida por su política laxa de moderación, está ahora en el centro del debate por los límites del streaming extremo.
La ministra francesa de Asuntos Digitales, Clara Chappaz, calificó lo sucedido con Pormanove como “un horror” y llegó a definir Kick como “un salvaje oeste digital”. En paralelo, la fiscalía gala ha abierto una investigación para esclarecer los hechos, mientras que en España expertos en derecho digital señalan que, aunque la autolesión no es delito, sí lo es incitar a otros a dañarse.
El debate sobre los límites del streaming
Lo ocurrido pone de relieve el dilema al que se enfrentan las plataformas: ¿hasta qué punto debe prevalecer la libertad de expresión frente a la necesidad de proteger a los creadores y espectadores de dinámicas autodestructivas? La suspensión definitiva del canal de Pérez y Charro marca un precedente, pero también abre la puerta a una discusión más amplia sobre los riesgos del streaming sin control.













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