La tensión entre Estados Unidos y China ha dado un nuevo giro tras descubrirse el ciberataque Salt Typhoon, atribuido a un grupo con vínculos a la inteligencia militar china. El ataque, que comenzó el año pasado, tenía como objetivo principal espiar las comunicaciones de Donald Trump y otros políticos estadounidenses, pero terminó convirtiéndose en una operación de espionaje masivo que afectó a más de 80 países en todo el mundo.
El verdadero alcance del ataque
Aunque el enfoque inicial era rastrear a figuras políticas de alto perfil, entre ellas Trump y el vicepresidente JD Vance, el ataque escaló hasta comprometer infraestructuras críticas de múltiples naciones. Según los investigadores, los hackers chinos lograron infiltrarse en:
- Redes de telecomunicaciones
- Sistemas de transporte y alojamiento
- Infraestructuras militares y gubernamentales
Esto permitió a China obtener no solo comunicaciones privadas, sino también información estratégica que podría tener valor en futuros conflictos diplomáticos o comerciales.
Una amenaza que llega hasta Europa y Japón
Entre los países afectados se encuentran España, Alemania, Italia, Canadá y Japón, además de otros que han reportado accesos no autorizados en sus sistemas nacionales. Los expertos aún debaten si el propósito del ataque era simplemente almacenar grandes volúmenes de datos para un uso posterior o si había un plan concreto de desestabilización.
China en el punto de mira
Este episodio confirma el poderío cibernético de China, posicionándola a la altura de Estados Unidos en cuanto a operaciones de espionaje digital a gran escala. El grupo Salt Typhoon habría contado con la colaboración de tres compañías ligadas a la inteligencia militar china, lo que refuerza la hipótesis de que no se trataba de un ataque aislado, sino de una campaña orquestada.
Consecuencias y advertencias futuras
Lo preocupante de Salt Typhoon no es solo su alcance, sino lo que implica para el futuro: si China ha demostrado ser capaz de espiar y rastrear comunicaciones a escala global, cualquier nuevo movimiento podría generar una crisis diplomática sin precedentes. Gobiernos y empresas deberán reforzar sus defensas, pues todo apunta a que la ciberseguridad será uno de los campos de batalla más decisivos en los próximos años.
Fuente: The New York Times













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